domingo, 24 de agosto de 2014

Convenciones y conversiones

Cuando en 1893 George Bernard Shaw escribió "La profesión de la Señora Warren" obtuvo lo esperable: una orden que prohibía su representación. No fue sino hasta que hubieron pasado 32 años que Londres pudo disfrutar de la primera exhibición pública de la obra en Inglaterra. Y todo por la falta de respeto a la moral y buenas costumbres y el exhibicionismo con que Shaw mostró una realidad que, a pesar de las convenciones sociales, la hipocresía y el discurso oficial, seguía siendo real. Puso frente a todos las evidencias de la crítica situación económica y social que empujaba a muchos, y permitía sacar provecho a unos pocos. Miserables los primeros, respetables los segundos, al decir de esas convenciones. Ese ataque, que podría haber llegado desde cualquier ámbito, se apoya en algunas cuestiones de época que es conveniente conocer para entender plenamente.

En los años en que transcurre la obra, las mujeres no podían acceder a un título universitario, pero ya se les permitía participar de unos exámenes escritos que aseguraban elevados niveles de excelencia académica, los tripos. Sólo los hombres podían obtener los primeros puestos, llamados Wranglers, pero se mencionaba a aquellas mujeres que lograban posiciones equivalentes. Como Vivie, protagonista de la obra:

PREAD: Sabe usted, he estado esperando ansioso el conocerla desde su magnífico logro en Cambridge; algo sin precedente en mis días. Fue absolutamente magnífico, usted empatada con el tercer Wrangler. El lugar idóneo, sabe. El primer Wrangler siempre es un sujeto ensimismado, malsano, que lleva el asunto hasta el extremo de la enfermedad.
VIVIE: No sale rentable. No lo volvería a hacer por el mismo dinero.
PREAD: (Pasmado.) ¡El mismo dinero!
VIVIE: Sí. Cincuenta libras. Tal vez no sepa como aconteció. La señora Latham, mi tutora en Newnham, le dijo a mi madre que podría destacar en los
Tripos de matemáticas si los preparaba a conciencia. Por entonces, los periódicos no paraban de hablar de Phillipa Summers que había batido al Wrangler del último curso. Se acuerda de ella, seguro.

Vivie menciona a Phillipa Summers, seudónimo que el autor impone a Philippa Fawcett, quien en 1890 superó el mejor puntaje masculino de los tripos de matemática en Cambridge.
Pero Vivie también habla de dinero, una constante en la obra, que cuantifica objetos, trabajos, honores, personas, éxitos y fracasos. No es difícil perderse en la abrumadora cantidad de unidades monetarias de la Inglaterra de aquellos años, tan lejana del sistema decimal: la libra se dividía en 20 chelines, cada uno de ellos en 12 peniques, formado por 4 farthings. Es decir que:

1 libra = 20 chelines = 240 peniques = 960 farthings

Si bien esto permite poner en perspectiva todos los valores mencionados por los personajes, todavía se hace complicado pensarlo en términos actuales, como es habitual en cualquier conversión de dinero a lo largo del tiempo.

Shaw habla también de porcentajes de ganancias, salarios de diferentes ocupaciones, rentas anuales, costos y beneficios, pasando por el tamiz del dinero todas las cuestiones que se abordan en el texto. Tal cómo diferentes personajes proponen, y otros enfrentan. Vivir, para ellos, no es más que ganar dinero.

(Para un análisis más detallado y profundo, se puede consultar la publicación de divulgaMAT.)

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