"El principito" es la más famosa de las obras del aviador y escritor francés Antoine de Saint-Exupéry. Casi un libro de culto para muchos, trata con palabras simples los temas más profundos.
Cuando en 1951 se preparaba su primera edición en español, el traductor Bonifacio del Carril detectó lo que él consideró como un error de cálculo. Sin dudar lo corrigió, convencido de que se trataba de una confusión del autor.
En el capítulo XIII un personaje que realizaba sumas altera descuidadamente el resultado de una de ellas, al ser interrumpido por el Principito.
- Buen día – le dijo éste. – Su cigarrillo está apagado.
-Tres y dos son cinco. Cinco y siete doce. Doce y tres quince. Buenos días. Quince y siete veintidós. Veintidós y seis veintiocho. No tengo tiempo de volver a encenderlo. Veintiséis y cinco treinta y uno.
Tiempo después, mediante lecturas comparadas con el original, se descubrió el cambio, y se desató una discusión acerca de las libertades de su rol y el atrevimiento de hacer correcciones al autor de una obra. Esto llevó a que ediciones futuras volvieran al error original, pero sin lograr un acuerdo total, y pueden encontrarse todavía ambas versiones en las librerías.
Ese error hoy se considera intencional, y pone en evidencia el fastidio que le genera al hombre de negocios ser interrumpido, nuevamente, luego de once años de tranquilidad.
El error, la equivocación, la falla, no es en si misma algo que deba evitarse, sino que debe invitarnos a mirar más profundamente, para descubrir en sus raíces cuál es su causa primera.